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Limpiar el cielo y devolver sus colores al paisaje

Una nueva civilización se está gestando   en Santa Cruz como en diferentes lugares de Bolivia, Latinoamérica y el mundo entero.    Será una civilización basada en la solidaridad, la paz y las relaciones equitativas entre los pueblos, donde tendrán derecho a su desarrollo armónico todas las culturas del mundo.

Esta vieja utopía, cobrará fuerza en un gran movimiento que terminará por reemplazar la acutal civilización   colonialista, esterilizante, guerrista, en la que un grupo se apodera por la seducción, la traición o la fuerza de los recursos y los recuerdos, de la acción y el pensamiento de otros pueblos, para desarrollar una civilización egoísta y monstruosa que termina por destruírse a sí misma.

¿Cómo puede el trabajo de un artísta contribuir al cambio en la sociedad mundial?

El arte, y muy especialmente el arte plástico mural, es uno de los primeros y más   expresivos lenguajes con que el hombre se ha comunicado, desde las cuevas de Altamira hasta el lomo de la montaña esculpida en Samaipata. Ha sido así   desde hace 15.000 años y lo seguirá siendo sin duda.   El arte de las imágenes que despierta dormidas capacidades y profundos sentimientos, se dirige diréctamente al corazón del ser humano con gran fuerza movilizadora, El   arte revela, invita y convoca, cuando su creador participa y vive los anhelos de la comunidad.

En los tiempos que vivimos, la civilización que agoniza echa mano irrespetuosa y abusiva de las conquistas de la humanidad en la ciencia, la tecnología y las diferentes culturas, para confundi, para acelerar, profundizar y extender el dominio depredatorio y criminal de una minoría alrededor del mundo.

Toca a los espíritus libres, especialmente a los artístas, expresar con honestidad y claridad el ansia constructiva de la mayoría de las mujeres y los hombres sencillos del mundo, su amor por la vida y su decisión de luchar por defender su ética de hombres libres, por la igualdad y respetabilidad del ser humano, cualquiera sea su raza, nacionalidad, instrucción o condición social.

En Bolivia vivimos aislados de mundo, somos un país marginal. Con gusto nuestros elegantes opresores   nos borrarían del mapa para ocultar la miseria   a los ojos del mundo, sino fuera porque les pagamos usurarios intereses,   les servimos de mano de obra barata y ya no podemos oponernos al despojo de nuestros recursos naturales.

¿Y en estas condiciones, con qué recursos y con qué pespectivas vamos a dedicarnos al arte?

Para la actual civilización occidental somos un país marginal, pero para la nueva civilización que estamos contribuyendo a crear somos un foco rebelde que explora nuevos caminos, somos pilares fundacionales de la fé en el futuro. Por su capacidad de sufrir, por su capacidad de luchar, por su fidelidad a   viejos   principios y su indoblegable alegría de vivir, nuestro pueblo es piedra fundamental para edificar el futuro.

Nuestro arte, que es parte del lenguaje del pueblo, es un arte marginal para la civilización dominante; dificultosa y vagamente es citado en los circuitos del ramo y con frecuencia es ignorado.   Como todo arte que surge del aliento popular es afanosamente arrinconado, sepultado y cubierto por una avalancha de seudo arte baladí,   irresponsable e improvisado, impuesto   con la ayuda de los grandes medios de comunicación que el sistema domina.   Pensemos en la oferta televisiva nacional e internacional: la inmensa mayoría amontona basura y virus criminales en el seno de nuestros hogares intoxicándonos por nuestro flanco más débil : nuestro hijos.

Unirnos para la reconquista de la ciudad.

Dónde están nuestros poetas, escritores, pintores, nuestros músicos y buenos actores, nuestros científicos y nuestros pedagogos?

Desde luego que no están en los grandes medios de comunicación y sería inútil buscarlos allí. Tenemos que talonear mucho, observar persistentemente y con paciencia hasta encontrarlos porque existen, y entonces formular alrededor de ellos un circuito protector y comunicador, unirlos en una red de contactos es nuestro deber, porque ellos serán nuestros fieles guías en esta batalla por la liberación de nuestras mentes y nuestros gustos. Sin ganar esta batalla jamás seremos victoriosos en la conquista de nuestra identidad    personal y   social.

Caminando por las calles de nuestras ciudades no podemos mirar muy lejos. Es un hormigueo de gente que deambula sin oficio, unos con hambre o pidiendo limosna y otros recelosos, apretando la mano contra gruesas carteras, entre vehículos rugientes que se precipitan   unos contra otros amenazadoramente.   El cielo y los edificios están cubiertos de letreros e imágenes equívocas, engañosas, agresivas e impertinentes. Es el infierno contra el que tenemos que luchar. A los artistas plásticos nos corresponde limpiar el cielo y devolver los colores   al paisaje. Reemplazar por obras de arte esos groseros letreros e imágenes   abusivas, vestir los edificios con la poesía del color y mensajes solidarios y constructivos. Avivar los grises muros con el aliento de los sueños y la vida y asi   construír la memoria   escultórica y pictórica de nuestra ciudad.

Santa Cruz, Noviembre del 2000
           
 
—Lorgio Vaca 
 

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