Comunicación a través del arte y las culturas, para la liberación y afirmación nacional del pueblo de Bolivia
Nuestros antepasados han modelado el espíritu americano a través de las artes. Nos han legado maravillosas lecciones a través de su arquitectura y tallado en piedra, como por ejemplo en la antigua ciudad decorada de Tihuanacu o en el santuario de la montaña de Samaipata, así como en las grandes y bellas construcciones de troncos y bejucos que eran las malocas guaraníes.
Llevaban siempre el cuerpo pintado y decorado, realzado con vistosos y elegantes atavíos. Decoraban sus casas, sus animales, sus vajillas, sus herramientas y sus armas.
A través de la música y la danza dirigían sus vidas y se comunicaban entre sí, con sus antepasados y con la naturaleza, de quienes se consideraban descendientes.
Los siglos de inhumano vasallaje no han podido destruir este mensaje poético, liberador y cohesionador social de la danza, la plástica, el color y la música de nuestro pueblo, que con el tiempo ha pasado a ser patrimonio cultural del mestizo y del boliviano en general y ha sido reconocido en muchos casos como patrimonio universal.
La imagen característica del nuevo estado popular boliviano está ante nuestros ojos: profundamente colorida y poéticamente simbólica, armónica y musical, nos habla de la esperanza y la decisión de un pueblo de marchar hacia la construcción de una rica convivencia pacífica y creadora.
Para llevar adelante esta construcción necesitamos desarrollar simultáneamente el lenguaje que nos concertará, que no puede ser otro que el tradicional de nuestro pueblo pero llevado a nuevos y más altos niveles de poesía y comunicabilidad, e inspirado en el esfuerzo organizado de la lucha secular de nuestro pueblo.
La cultura, sin embargo, es una tarea del pueblo y no del estado. “Toda cultura es escultura”, decía Franz Tamayo en su gran libro “La creación de la pedagogía nacional”. Con esto, él queria significar que el pueblo hace la cultura todos los días, labrando parte aquí, dejando parte allá, poniendo un poco donde hace falta, como cuando se labra una escultura o se modela el barro.
Un estado popular por tanto debe confiar esta tarea creadora al pueblo y proporcionarle una atención preferente, además de los medios y estímulos necesarios para este alumbramiento.
¿Cómo puede un Estado popular estimular las culturas?
En nuestro país, como en otros, las culturas se muestran preferentemente en las fiestas, que expresan el triunfo de la solidaridad y la generosidad sobre el egoísmo y la acumulación. Las fiestas son la expresión de la vida comunitaria. El Estado, por sí mismo y a través de los municipìos, debe estimular las expresiones artísticas, artesanales y deportivas que realcen estos nobles objetivos de las fiestas locales y nacionales en la música, la danza, la poesía, la novela, la pintura, la escultura y los murales monumentales en lugares públicos como plazas, edificios, mercados, escuelas y otros. También será propicia la ocasión para incentivar el ensayo, la investigación histórica, sociológica, geográfica, industrial y ecológica, además de otros aspectos de la realidad local, nacional y latinoamericana, recordando nuestra aspiración a una patria grande y unida.
Los textos y materiales escolares deben expresar sus contenidos preferentemente a través de los lenguajes artísticos mencionados, para grarantizar una comprensión integral y vivencial de sus mensajes.
Estos estímulos podrán darse en base a talleres y seminarios conducidos por entendidos en la materia, sean locales, nacionales o internacionales. A esto deben seguir premios estímulos en concursos transparentes organizados por las organizaciones culturales involucradas, con el auspicio del municicipio o el Estado según los casos. Estos talleres y premiaciones deberán tender a institucionalizarse y a tener una frecuencia anual.
Las organizaciones culturales departamentales podrán organizar, con auspicio de los municipios y el Estado, un Festival Cultural Departamental, Nacional o Internacional, en las especialidades artísticas que juzguen convenientes.
El Estado y los Municipios están en la obligación de reconocer, estimular y ayudar a las organizaciones culturales y artísticas ya existentes a desarrollarse de manera autónoma o conjunta, para cumplir sus objetivos culturales declarados.
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